1. EL ORIGEN:
1. 1. El KROSMOZ, DÓNDE TODO COMENZÓ
El Krosmoz era tan vasto que en él había millares de planetas. Sin embargo, sería solamente en uno donde ocurrirían eventos extraordinarios. Se dice que, en la noche de los orígenes, fue habitado por una poderosa civilización que desapareció a causa de una terrible guerra. Igualmente, cuentan que este planeta estuvo abandonado durante milenios antes de que una segunda generación de dioses decidiera poner su granito de arena. Uno de ellos, llamado Osamodas, manejaba el látigo como nadie.
De un latigazo, envió sus dragones sagrados a insuflar vida de nuevo en aquellas tierras desoladas. Así fue como se creó el Mundo de los Diez, bautizado así por el número de dioses que lo habitaban.
En este mundo se encarnaron los héroes más poderosos de todo el Krosmoz. Héroes sólidos como crujidores, fuertes como trools, pero también, a veces, dotados de un cerebro de tofu. ¡Al rezar a los dioses, estos aventureros recibían soberbios poderes!
La devoción tomaba un lugar importante en el día a día. Dos diosas menores utilizaron este creciente fervor para desarrollar su culto, desconocido hasta entonces, y unirse al panteón divino. Esta apoteosis doble no quedó exenta de consecuencias: como había doce dioses, el planeta no podía seguir llamándose así.
A partir de entonces, se llamaría el Mundo de los Doce...
Repentinamente, los Mecasmas, unas criaturas robóticas de un mundo lejano, se convirtieron por sorpresa en sus huéspedes. El planeta Selatrop resultaba ser ni más ni menos que aquello que tanto andaban buscando: una tierra colmada de Wakfu. Así que no uno, ni dos, ¡sino toda su raza desempacó allí sus maletas, listos para instalarse!
Al principio la convivencia iba bien. Los dos pueblos vivían en armonía y nadie molestaba a su vecino. Pero un día todo cambió: ¡Los Selatrop fueron acusados de haber escondido el corazón de Orgonax, el más joven de los Mecasmas!
Instantáneamente se había declarado una guerra. Y el primer ataque fue fatal para los Selatrop. Sólo los primogénitos sobrevivieron, e intentaron dar resguardo a lo único que aun podía salvarse: Yugo logró poner a los hijos de su pueblo en otra dimensión; Qilby, por su parte, se apresuró a construir un arca espacial, la nave Zinit, para poder huir.
Perseguidos por los Mecasmas, el Consejo de los Seis recorrió la inmensidad del Krosmoz, en busca de una tierra acogedora dónde refugiarse.
El éxodo de los Selatropes llegó a su término… (¡por fin!)
Después de vagar por el Krosmoz, siendo perseguidos por los Mecasmas, los primogénitos se instalaron en su nuevo planeta: el futuro Mundo de los Doce. Ellos ocultaron su nave en un volcán (que luego se convertirá en el Monte Zinit), y la vida reanudó su curso. Los niños regresaron, la civilización Selatrop se reconstruía.
Pero ¡Ay! ¡La historia es un eterno ciclo! ¡Orgonax, el más joven de los Mecasmas, había hallado su rastro y estaba decidido a cobrar venganza! (Normal pues, sin un corazón, no hay piedad)
*SPOLIER: VER ANTES LA 2da TEMPORADA DE "Wakfu: la Serie Animada"
Pero ¿por qué tanta ira? ¿Quién era el responsable de esta guerra sin sentido? ¿Habría un traidor entre los primogénitos? ¡Sí… y ese traidor era Qilby! Se había robado el corazón de Orgonax, para hacerlo un poderoso catalizador de Wakfu: el Selacubo.
¡Horror! ¡Que un Selatrop haya sido el causante de todo esto! Para castigarlo, Yugo decidió tomar medidas extremas: ¡Desterrarlo a la Dimensión Blanca!
Pero el daño ya estaba hecho.
Orgonax en represalia masacró al pueblo Selatrop. Una vez más, los niños fueron enviados a otra dimensión, Emrub, para escapar de aquella carnicería. Este era un último recurso, pero la mayoría de los seis primogénitos ya había sucumbido al poder de los Mecasmas, y su alma había regresado a sus Dofus.
Sólo el dragón Grougaloragran logró escapar de allí antes de que todo fuera destruído. Llevando consigo el Selacubo y el Dofus Esmeralda, que contenía las almas de Yugo y Adamaï.
Los Selatrop se habían perdido. Ahora, nada sería como antes.
1. 1. El KROSMOZ, DÓNDE TODO COMENZÓ

Al principio no había nada. Después, surgieron las dos energías creadoras de todas las cosas: el Wakfu, encarnado por la Gran Diosa Selatrop, y la Stasis, encarnada por el Gran Dragón. Como estaban solos, empezaron a aburrirse profundamente.
Para pasar el tiempo, se pusieron entonces a bailar. De esta danza y del amor del dragón por la diosa, nació un huevo cósmico: el Krosmoz, poblado de diferentes dimensiones, galaxias y mundos…
Así el Wakfu (energía de la creación) y la Stasis (energía de la destrucción) se hicieron complementarios. Y el Krosmoz, compuesto de varias dimensiones a las que llamamos "planos", resultó el ejemplo perfecto de aquello: el Wakfu entra por Incarnam, el plano donde las almas se encarnan, mientras que la Stasis entra por Externam, el reino de los muertos.
De un latigazo, envió sus dragones sagrados a insuflar vida de nuevo en aquellas tierras desoladas. Así fue como se creó el Mundo de los Diez, bautizado así por el número de dioses que lo habitaban.
En este mundo se encarnaron los héroes más poderosos de todo el Krosmoz. Héroes sólidos como crujidores, fuertes como trools, pero también, a veces, dotados de un cerebro de tofu. ¡Al rezar a los dioses, estos aventureros recibían soberbios poderes!
La devoción tomaba un lugar importante en el día a día. Dos diosas menores utilizaron este creciente fervor para desarrollar su culto, desconocido hasta entonces, y unirse al panteón divino. Esta apoteosis doble no quedó exenta de consecuencias: como había doce dioses, el planeta no podía seguir llamándose así.
A partir de entonces, se llamaría el Mundo de los Doce...

1. 2. DIOSES, DEMONIOS Y DIMENSIONES
2. LA ODISEA DE LOS SELATROPES:
2. 1. LOS PRIMOGÉNITOS
¡Tan pronto como el Krosmoz se creó, una gran cantidad de almas buscaron encarnarse en él! ¡Y qué almas, por favor! Como primera medida, los diez dioses (Osamodas, Xelor, Sram, Sadida, Anutrof, Yopuka, Zurcarák, Aniripsa, Feca y Ocra) y diez demonios inauguraron el plano dimensional llamado Incarnam. Si los dioses se llevaban bien entre ellos, lo contrario podía decirse del caso de los demonios, ¡quienes no dejaban pasar una oportunidad para traicionarse, por no decir matarse en el acto unos a otros! Uno de ellos, Rushu, se muestra particularmente dotado en la materia…
Disfrutando poco de la compañía de estos individuos, los Diez deciden hacer rancho aparte. ¡Cada quien en su lugar y con los jalatós bien cuidados! (De acuerdo, los jalatós aun no existían por aquella época, ¿y qué?).
Ellos se apropiaron del Inglorium, la dimensión superior, y le cedieron a los demonios el plano inferior, la Fab’hugruta. Y, para ser equitativos, dejaron el Plano Material como un terreno neutral.
Poco a poco, las otras almas desembarcaron sobre la Incarnam. Pero, contrario a los dioses y a los demonios, ellas terminaron descendiendo al Plano Material. ¿Dónde precisamente? ¡Sobre los diferentes planetas del Krosmoz, por supuesto! Especialmente sobre el que más tarde se convertirá en el Mundo de los Doce…
2. 1. LOS PRIMOGÉNITOS
Pasado cierto tiempo tras la creación del Krosmoz, la diosa Selatrop comenzó a aburrirse de nuevo. Pudo seducir nuevamente al Gran Dragón y éste, muy vigoroso, ¡puso seis Dofus a la vez!
Pero la diosa, con el instinto maternal aflorándole dentro, ansió celosamente proteger sus huevos. Ella se escondió en un planeta recóndito.
Allí, los huevos eclosionaron bajo su amparo, y fue así como nacieron los Selatropes junto a sus gemelos dragones: Chibi y Grougaloragran, Mina y Phaéris, Qilby y Shinonome, Glip y Baltazar, Nora y Efrim, y por supuesto Yugo y Adamai. Juntos, los doce fueron los primogénitos de su gente. Y, organizados en el Consejo de los Seis (o de los Doce, si se toman en cuenta sus hermanos dragones), ellos gobernarían a los otros Selatropes que nacieran de forma natural.
2. 2. EL EXODO DE LOS SELATROPES
Los Selatrop se convirtieron en el primer pueblo civilizado del Krosmoz. Pero se darían cuenta que estaban lejos de ser el único…
Repentinamente, los Mecasmas, unas criaturas robóticas de un mundo lejano, se convirtieron por sorpresa en sus huéspedes. El planeta Selatrop resultaba ser ni más ni menos que aquello que tanto andaban buscando: una tierra colmada de Wakfu. Así que no uno, ni dos, ¡sino toda su raza desempacó allí sus maletas, listos para instalarse!
Al principio la convivencia iba bien. Los dos pueblos vivían en armonía y nadie molestaba a su vecino. Pero un día todo cambió: ¡Los Selatrop fueron acusados de haber escondido el corazón de Orgonax, el más joven de los Mecasmas!
Instantáneamente se había declarado una guerra. Y el primer ataque fue fatal para los Selatrop. Sólo los primogénitos sobrevivieron, e intentaron dar resguardo a lo único que aun podía salvarse: Yugo logró poner a los hijos de su pueblo en otra dimensión; Qilby, por su parte, se apresuró a construir un arca espacial, la nave Zinit, para poder huir.
Perseguidos por los Mecasmas, el Consejo de los Seis recorrió la inmensidad del Krosmoz, en busca de una tierra acogedora dónde refugiarse.
¡A buen tiempo! ¡Un planeta desconocido les tendió su mano, el futuro Mundo de los Doce!
2. 3. LA VENGANZA DE ORGONAX
Después de vagar por el Krosmoz, siendo perseguidos por los Mecasmas, los primogénitos se instalaron en su nuevo planeta: el futuro Mundo de los Doce. Ellos ocultaron su nave en un volcán (que luego se convertirá en el Monte Zinit), y la vida reanudó su curso. Los niños regresaron, la civilización Selatrop se reconstruía.
Pero ¡Ay! ¡La historia es un eterno ciclo! ¡Orgonax, el más joven de los Mecasmas, había hallado su rastro y estaba decidido a cobrar venganza! (Normal pues, sin un corazón, no hay piedad)
Spoiler (haz clic aquí para mostrar el spoiler)
Pero ¿por qué tanta ira? ¿Quién era el responsable de esta guerra sin sentido? ¿Habría un traidor entre los primogénitos? ¡Sí… y ese traidor era Qilby! Se había robado el corazón de Orgonax, para hacerlo un poderoso catalizador de Wakfu: el Selacubo.
¡Horror! ¡Que un Selatrop haya sido el causante de todo esto! Para castigarlo, Yugo decidió tomar medidas extremas: ¡Desterrarlo a la Dimensión Blanca!
Pero el daño ya estaba hecho.
Orgonax en represalia masacró al pueblo Selatrop. Una vez más, los niños fueron enviados a otra dimensión, Emrub, para escapar de aquella carnicería. Este era un último recurso, pero la mayoría de los seis primogénitos ya había sucumbido al poder de los Mecasmas, y su alma había regresado a sus Dofus.
Sólo el dragón Grougaloragran logró escapar de allí antes de que todo fuera destruído. Llevando consigo el Selacubo y el Dofus Esmeralda, que contenía las almas de Yugo y Adamaï.
Los Selatrop se habían perdido. Ahora, nada sería como antes.
Por su parte, en un acto desesperado, Nora, una de los primogénitos, pidió a la Gran Diosa intervenir. Y aquella, que no sabe hacer las cosas a medias, abrió paso al caos, ¡de lo contrario nada habría subsistido!Ella produjo una auténtica explosión de Wakfu, que devastó al mundo y a todos los combatientes que quedaban en pie, incluido Orgonax.
Toda vida quedó extinguida en este planeta… al menos de momento. La tierra había quedado cubierta de una densa capa de polvo de Wakfu, volviéndose estéril. No tendría más opción que permanecer dormido… ¡durante algunos miles de años!
[blockquote]► VER VIDEO: “La Historia de los Selatropes narrada por Qilby”.
Aclaración (!): la narración de Quilby cuenta con cierta tergiversación de los hechos ocurridos y omisiones adrede, pero tiene un
muy interesante contenido gráfico para acompañar la lectura. Audio en español europeo.[/blockquote]
Toda vida quedó extinguida en este planeta… al menos de momento. La tierra había quedado cubierta de una densa capa de polvo de Wakfu, volviéndose estéril. No tendría más opción que permanecer dormido… ¡durante algunos miles de años!
[blockquote]► VER VIDEO: “La Historia de los Selatropes narrada por Qilby”.
Aclaración (!): la narración de Quilby cuenta con cierta tergiversación de los hechos ocurridos y omisiones adrede, pero tiene un
muy interesante contenido gráfico para acompañar la lectura. Audio en español europeo.[/blockquote]
3. EL MUNDO DE LOS DIEZ: DIOSES, TIERRA Y AVENTUREROS:
3. 1. EL RETORNO A LA VIDA
3. 1. EL RETORNO A LA VIDA
Rushu, uno de los diez grandes demonios, ya cansado de compartir la escena con sus hermanos, terminó matando a ocho de ellos. Sólo Medoroziam logró escaparse y refugiarse en un cierto planeta abandonado…
Sólo por algún tiempo, claro, puesto que Rushu lograría encontrarlo. El lo mataría antes de regresar, como si nada hubiera pasado, a la Fab’hugruta.
Mientras tanto, los diez dioses primordiales gozaban de pasearse por el Krosmoz. En la esquina de un sistema solar descubrieron el famoso planeta refugio de Medoroziam. Allí fue donde pocos miles de años antes los Selatropes habían hallado su extinción.
El dios Osamodas lo encontró particularmente fascinante y decidió darle una regeneración. Así que envió a sus tres dragones a que le infundieran nueva vida.
Al ver los resultados, los otros dioses se aproximaron y decidieron meter mano al asunto. Y comenzaron por agregarle un poco de atmósfera, algunos ríos para que se viera bonito, haciéndolo a aquel lugar un poco más habitable…
Satisfechos, se apropiaron finalmente del planeta y lo llaman “El Mundo de los Diez”, en referencia a su número.
EL CANTO DEL MUNDO
Por Acidrik Rasgapanza
«Aquí no hay nada». Esta frase ha sido durante una infinidad de años la que mejor ha definido este rincón del universo, del cual trata esta obra literaria. Pero dime venerable lector, admirable lectora, imagino que tú también has experimentado esa sensación, ¿verdad? No mientas lector, si no, no estarías aquí leyendo estas páginas…
Valiente lector, lectora audaz, seguro que lo adivinas, que lo sabes: ¡la historia está en marcha! ¡Un mundo está por florecer justo ante tu mirada atónita! Pero ojo, ¡esto es diferente! Te aconsejaría cerrar el libro si lo que buscas es un cuento de hadas sin más, esos típicos cuentos que sirven para que los niños se duerman. No encontrarás ninguna hada cumple-deseos, ni fuegos artificulos, ni ningún arquero con traje de cuero ajustado cubriendo sus atributos, y todavía menos paladines rebosantes de testosterona - discúlpame, se me va la cabeza…
Las páginas siguientes describen la génesis de un mundo que se verá pronto inmerso en las más absolutas tinieblas.
Desgarrado por conflictos sangrientos. ¡Entregado vivo a los salvajes! ¡A los más bastos! ¡A los bárbaros! He aquí la historia de este mundo que sacaba su belleza de una media docena de huevos y que cayó inmerso en el caos por culpa de los mismos…
Mas, oh venerado lector, sublime lectora, permíteme presentarme: Acidrik Rasgapanza, experto en clarividencia y premoniciones. Lo que viene a decir que leo el pasado y el futuro en las entrañas de todo lo que se mueve en la superficie de este mundo. También leo en la espuma de cerveza, siempre y cuando proceda de Amakna, y en el solomillo de cerdo (siempre y cuando sea de tres estrellas). Encontrarás en las páginas a continuación todo lo que se me permitió ver acerca de la creación de este mundo: verás de cerca a los dioses y diosas, darás una vuelta por los campos de batalla... Lector, lectora, comprenderás que el mundo que entrevés en estas líneas, abarca un sinfín de historias.
Como prólogo de este relato, mi deber es informarte que no basta con un solo dios para poder crear un mundo digno de catalogarse así. Ya que el mundo del que estamos hablando en este apartado es en gran parte el fruto del genio de Osamodas, un dios taciturno que prefiere la compañía de las bestias a la de los demás dioses. Algunos no dudan en señalar que se hizo experto en invocar animales para tener compañía... de lo que sacan provecho sus fieles. Los discípulos de Osamodas pueden invocar los más bellos representantes de la fauna de Amakna: del tofu, ese ave de ademanes elegantes y de plumaje amarillo, al jalató, el majestuoso herbívoro de pelo blanco; sin olvidar al prespic, un bicho rechonchete cuyas picaduras provocan gritos de sufrimiento incluso hasta a los más duros de roer.

En uno de sus paseos solitarios, el dios Osamodas se encontró ante un cartel extraño. De este hallazgo y gracias a los dragones del dios, un mundo nuevo vio la luz.
«Aquí no hay nada». Escritas con letras de fuego en un cartel de platino, las palabras no dejaban de parpadear, como si flotasen en medio de la nada. Alrededor del cartel parecía gravitar un astro frío y pálido, en movimiento, al igual que otros, a través del vacío sideral. Lo único que se podía hacer en este lugar era leer lo que ponía en el cartel - pero para ello había que ser dios y llamarse Osamodas.
Pisando el vacío sideral con sus pies divinos aunque hinchados por la larga marcha que acababan de hacer, Osamodas admiró el vacío sideral que le rodeaba. ¡Era tan distinto a los demás vacíos que conocía! Un vacío tan puro, sin límites, no se encuentra todos los días, ni en su entorno, ni siquiera en la cabeza del dios Yopuka - esa broma encanta a un osamodas en plena autosatisfacción. El dios Yopuka es en su opinión el más fogoso e impetuoso, pero a la vez el más bárbaro del universo.
Lo que está claro es que Yopuka, que hace juegos malabares con corazones aún palpitantes y le rompe el espinazo a un dragón como si fuera una ramita, consigue que le chirríen los dientes afilados al mismo Osamodas (y es que Yopuka tiene un sentido del humor muy particular). Algunos fragmentos de polvo milenario se separaron ante sus palabras:
«Osamodas, dime... ¿Es verdad que tu divina persona está desnuda bajo estos harapos?»
En realidad, Osamodas y sus discípulos se visten con auténticas ropas de adiestramiento hechas con cuero de sus enemigos... No hay nada de divertido y mucho menos a los ojos del dios. A Osamodas no le quedó más remedio que lanzar un gran suspiro.
El vacío que se extendía ante los ojos de Osamodas, se trataba, pues, de un vacío sideral de primera calidad, de esos que solo se ven una vez a lo largo de una existencia cósmica. El vacío. Un cartel. Un astro que gravitaba alrededor del cartel en un rincón del universo que le era completamente desconocido.
Osamodas tuvo que caminar mucho para disipar el sentido del humor de Yopuka. Como acostumbraba, se marchó solo, rodeado de sus tres dragones. Pero sentía esta vez que una alegría especial le acompañaba. Divisó la llegada de acontecimientos que acabarían dejando una huella en la historia cósmica. Por cierto, ¡no se equivocó!
Helioboros, su dragón blanco, y Uronigrido su dragón negro, eran muy impulsivos y destrozaban el espacio persiguiéndose el uno al otro, un espectáculo aterrador para los que no están acostumbrados. Spiritia, el dragón multicolor, permanecía apoyado en su hombro, canturreando entre sus espesos morros una canción muy conocida por los dragones multicolores. Si los alrededores no hubieran sido tan sombríos, tenebrosos e inhóspitos para jugar al escondite entre dragones, el espectáculo ofrecido por Osamodas y sus criaturas hubiese llegado a ser casi alegre.
Meditabundo, Osamodas se inclinó sobre el cartel e inspeccionó las letras de fuego con prudencia. Esperó a que los fragmentos de futuro que acababa de percibir se cristalizaran en el presente. La roca redonda giró a su alrededor.
De repente, Uronigrido, el negro, apretó sus mandíbulas y un rayo de luz oscuro se propagó por el espacio: la cresta deslumbrante que adornaba la cola de Helioboros se libró por poco de sus dientes... Algunos filamentos de un blanco inmaculado rechinaron en la boca del dragón negro; no podía parar de reírse. Su único ojo, entrecerrado por la malicia, se abrió de golpe a causa de la sorpresa: Helioboros, furioso, ¡intentó atacarle por el costado izquierdo! Para evitarle, hizo una especie de pirueta -él mismo se sorprendió de ser capaz de hacer un salto tan grotesco aunque salvador- y luego se revolvió con un gruñido. El rayo inmaculado que surgió de los morros de Helioboros ¡le pasó tan de cerca que le calentó los costados! Cuando el dragón blanco se preparaba a atacarle de nuevo, Uronigrido se escapó en busca de Osamodas.
El dragón negro se puso a dar vueltas alrededor de la roca que estaba a los pies de su maestro, seguido de cerca por Helioboros.
Los dos dragones describían ahora círculos cada vez más cerrados, contrayendo sus cuerpos, el espacio, el tiempo. El primero intentaba librarse del segundo. Iban a una velocidad vertiginosa. La roca se volvió roja y un silbido ensordecedor salía de ella a medida que se calentaba, ya no era más que un magma incandescente. La corteza en fusión se agrietó y un penetrante silbido se escapó de su interior…
En ese preciso instante Osamodas dio un golpecito a Spiritia; el dragón multicolor compendió entonces y se abalanzó sobre la roca, abrazándola para protegerla. Una deflagración de luz y sombra se propagó por el universo.
Osamodas frunció el ceño. Un nuevo mundo acababa de nacer. Entonces escuchó llegar a los demás dioses que acudieron para verlo... Se acabó la tranquilidad. De nuevo lanzó un gran suspiro.
LA ELECCIÓN DE LOS DIOSES:Por Acidrik Rasgapanza

Diez dioses se reunieron alrededor de Osamodas. Diez dioses conocidos que escucharon el canto del nuevo mundo. Como es costumbre entre los dioses, cada uno de los diez se disponía a darle un don.
¡Ay! Si hubieses visto los dos dragones Uronigrido y Helioboros presidiendo el mundo de un lado y de otro como brillantes pilares, uno negro y otro blanco.
¡Ay! Si hubieses visto las volutas azuladas enredarse lentamente alrededor de este nuevo mundo y a Spiritia aprisionándolo delicadamente entre sus anillos.
Quizás hubieses visto todo eso... si fueras un dios. ¡Pero no uno cualquiera! Sino uno capaz de acercarse a Osamodas: su aura es tan poderosa que rechaza a todas las entidades de débil envergadura, lo que hace que Osamodas se encuentre a salvo de importunos. «Todos los dioses menores que sueñan con ascender en la escala del panteón... merecen morir lentamente ¡a golpe de pico de tofu!». Este comentario, lanzado por el dios a quien quisiera escucharlo, acababa con los que insistían en molestarle.
Hasta ahora, nueve dioses han podido acercarse a Osamodas y sus dragones. Actualmente, cuatro se encuentran a su alrededor. Sram, encapuchado en los gruesos y oscuros pliegues de su capa, cuyos dientes brillan como pálidas medias lunas. Sadida, petrificado en una postura de sacrificio; de su máscara se desprenden gotas de luz. Anutrof, dragón de llamas y de oro que no termina de quemarse ni fundirse. Y por último Xelor: en el pasado su golpe aplastó muchos cráneos y dobló las campanas de muchos dioses, y lo mismo ocurrirá en el futuro.
De repente se escuchó una especie de cloqueo, medio orgánico medio metálico… «¿Qué es ese ruido? ¡¿Son las oscilaciones del reloj de Xelor haciendo ruido de nuevo?!», exclamó Yopuka, que acababa de llegar.
Sacando músculo, Yopuka lanzó una mirada de reproche a Xelor.
«¡Oxidada me parece ver tu coraza, espléndido guerrero!», contestó Xelor con indiferencia. «El metal de tu armadura se estropeará, ¿o quizá uno de tus músculos?», añadió.
«Cruz, Xelor; cara, Yopuka», dijo Zurcarák para evitar que la discusión se enconara. El dios gato que reina sobre la suerte y el azar, sacó una moneda de su bolsillo con la sonrisa en los bigotes.
«Sólo tendríais que pedirles a vuestros fieles que os dirigieran sus mejores plegarias», exclamó Aniripsa, diosa de los cuidados y los remedios. Y la diosa Feca, la protectora, añadió: «Sobre todo habría que decirles que: “te lo suplico, apasta la cabeza del crujibola, dios Yopuka” o “momifícame rápido, dios Xelor”, ¡no son plegarias surgidas de una autentica fe!»,
«¡Ya basta amigos!» dijo la diosa de los arqueros, la bella y temible Ocra. «Este mundo acaba de nacer, se merece toda nuestra atención… al menos la misma atención que le prestan nuestros compañeros.»
Osamodas, Sram, Sadida, Anutrof y Xelor se encontraban inclinados sobre el mundo y sus ojos tenían el color de la codicia.
«¿Pero este mundo tiene conciencia?», preguntó Aniripsa.
«Una conciencia de recién nacido, acaba de ser creado…», respondió Osamodas. «Esperaba que… estuviéramos todos reunidos. ¡No podemos escaquearnos de la tarea que nos espera!»
Aniripsa no se esperaba ese tipo de respuesta. La situación le pareció cuanto menos extraña: ¿desde cuándo los dioses de la magia negra crean mundos? ¡Se les da mejor la destrucción!
Lanzó una mirada insistente a Osamodas, flanqueado por Sram y Xelor. Por lo que pudo ver, Sram le dirigía una sonrisa, sacando los dientes.
En cuanto a Xelor, es una mini momia peleona que, por mucho que se proteja, se desmorona como el polvo… ¡Y lo peor es que lo ensucia todo! Una verdadera plaga polvorienta, con hongos hasta las cejas, que te pegará una alergia para toda la vida (al menos, esa era la opinión de Aniripsa).
Osamodas permanecía en silencio y pensaba: «crear especies diversas y variadas, con alas, con patas, con plumas, así sin orden ni concierto… para que miles de años después haya que verlas destruidas por un cataclismo y todo ¡por culpa de la distracción del dios que se limpia los dientes con su daga mientras los demás conceden su don! ¡todo menos eso! ¡¡¡no como la última vez!!! ¡¡ni hablar!! ¡esta vez habrá orden y método!»
«Dios Yopuka, tu dejadez nos costó cara en el pasado… la última vez que engendramos un mundo, lo abandonaste, lo dejaste a la merced de la suerte del universo. Y un meteorito chocó contra él. ¡Lo arrasó! ¡Lo destrozó! ¿Pensaste un solo momento en las almas? Sabes bien lo que me preocupo por las almas ¡¿verdad, dios Yopuka?!»
Yopuka frunció el ceño. ¿Pero qué le pasaba al viejo Osamodas? Con el humor que se gastaba, mejor era dejarlo tranquilo… ¡De todas formas, lo del meteorito no fue realmente su culpa! Además, eso pasó en un insignificante mundo azul al otro lado del universo. Aunque es verdad que dejó que un montón de criaturas más o menos reptiles se asaran, ¡mala hierba de demonio ni más ni menos! Por lo que él sabía, el mundo en cuestión estaba mucho mejor sin ellos. La verdad es que Osamodas estaba celoso. ¿Pero de qué? Hacía tiempo que Yopuka llevaba haciéndose esta pregunta. Pasó los dedos por la vaina de su espada con aire flemático, signo de que estaba un pelín exasperado..
¡Quizás habrías podido oír un incómodo silencio invitarse entre los dioses! Anutrof lanzaba pequeños aros de llamas en un medio carente de aire, mientras que Sadida intentaba dejar el mayor espacio posible entre él y su florida cabellera. Sram, por su parte, seguía sonriendo (bueno, enseñando los dientes). Xelor intentaba reprimir un ataque de tos, mientras que Aniripsa permanecía alerta: no podía dejar que los miasmas del dios momia llegaran a sus vías nasales.
La diosa Feca sacaba brillo a su escudo al ritmo del boing boing que hacía la diosa Ocra con la cuerda de su arco. Feca había llegado la última, toda desaliñada. Zurcarák se había acercado imperceptiblemente a Yopuka, dándole vueltas a una moneda entre sus dedos. Así, si se presentaba el caso, podría separar a Osamodas y Yopuka…
«Ya está, estoy lista… Entonces. ¿qué? ¿Formamos el círculo?», exclamó la diosa Feca. Con la sonrisa en los labios y admirando su escudo, no se había enterado de nada de lo que acababa de pasar.
«Acerquémonos y formemos el círculo», dijo la diosa Ocra, aprovechando la oportunidad para relajar la atmosfera… entonces, el círculo de los diez dioses se formó.
«Con nuestra presencia, nuestro aliento y nuestra voz, damos a este mundo el fuego, la tierra, el aire y el agua. Cada criatura que viva en él estará sometida a los cuatro elementos: nosotros concederemos las fuerzas y debilidades a todos y cada uno de ellos…
¡Que aquellos que sirven a la magia negra se pongan al lado de Uronigrido, el Negro!
¡Que aquellos que sirven a la magia blanca se pongan al lado de Helioboros, el Blanco!
¡¡Que Spiritia el tornasolado una nuestros deseos en una única voluntad!!»
¡¡Que Spiritia el tornasolado una nuestros deseos en una única voluntad!!»
Aniripsa se acercó y dijo:
«Mis discípulos aniripsas serán seres de gran inteligencia y la llama del fuego blanco arderá en sus mentes y espíritus. Que las montañas revienten la corteza terrestre y que sus laderas queden bañadas con la luz y el calor. Los aniripsas vivirán en ellas y recolectarán las flores, plantas y rocas necesarias para la preparación de sus curas…»
«¿¡Inteligencia?! ¡Que a los discípulos de Xelor agudos de ingenio también les sea concedido este don! Que aticen el fuego negro y que el fuego negro los atraiga de vuelta… Les otorgo los desiertos áridos, se deleitarán con la sequía y jugarán con el tiempo.»
«Yo quiero lo mismo para mis discípulos fecas, ¡que sean tan inteligentes como los anteriores! Serán protectores del fuego blanco; el fuego blanco los guiará y los animales confiarán en ellos. ¡Que las soleadas llanuras sean creadas y les sean concedidas!»
«¡Dos discípulos del fuego negro por los dos discípulos del fuego blanco! Discipulos Osamodas, ¡seréis semejantes a mí! ¡Vuestra inteligencia será temible y vuestra resistencia asombrosa! ¡¡Viviréis cerca de los volcanes y en el interior de las azufreras!! Seréis respetados por los dragones y ¡las criaturas acudirán a vuestra llamada!»
Yopuka, soltando una carcajada atronadora, profirió:
«Discípulos de Yopuka, ¡vuestra sangre será roja! Sacaréis vuestra fuerza del fuego, la tierra o el aire, cualquiera de ellos siempre que sea blanca… ¡Que nazcan mil montañas! En ellas resonarán vuestros cantos guerreros, ellas os protegerán en vuestro descanso…»
«¡Eso me gusta! ¡Que así sea también para los discípulos ocra! Acatarán la ley del aire, la de la tierra y la del fuego blanco. Su visión será penetrante, ¡vivirán en las cimas de las montañas, en las copas de los árboles o en las copas de los árboles de las montañas!»
«Yo, Sadida, pongo a mis discípulos bajo la protección del fuego negro, ¡a cambio tendrán que servirle! ¡También servirán al aire negro! Se alimentarán de agua y de tierra y vivirán en los bosques. Inteligentes sadidas, fabricaréis criaturas obedientes, leales y asesinas. A este mundo naciente, le lego un florilegio de árboles, musgo, plantas…»
Sadida, satisfecho, rió con sarcasmo… En ese momento, Zurcarák entonó:
«¡Zurcaráks! ¡Vuestros hechizos, salidos directamente de la tierra blanca, serán comparables a vuestra fuerza! Que surjan montañas y bosques, que se conviertan en vuestro hogar, en un refugio y una zona de combate a la altura de vuestras zarpas.»
Anutrof dijo con voz ronca:
«Se servirán de la magia negra… mis aventureros anutrofs… Tendrán una suerte fenomenal… extraída de los abismos y de las profundidades… ¡Yo les inspiraré! Aunque se encuentren alejados en las entrañas de la tierra, lejos de la vida, nunca fallaran… ¡nunca!.»
Por último Sram murmuró:
«¡Ladrones, atracadores, mangantes, rateros, carteristas, saqueadores y estafadores! Srams, mis discípulos, os lego agilidad y fuerza. Os hago rápidos como el aire negro y amantes de la tierra negra. Sus adornos vegetales os disimularán y sus atavíos rocosos os esconderán. Seréis invisibles a los ojos de todos… ¡excepto los míos!»
Osamodas dio una palmada:
«¡¡Ha llegado el momento de darle nombre a este mundo!!», exclamó con cierto tono jocoso.
«¿Has pensado en alguno?», le preguntó Yopuka.
«¡Claro! Yo he encontrado este mundo, así que se llamará “Osamodia”.»
«¿Encontrado? ¿Quieres decir que no lo has creado?» dijo Aniripsa, desconcertada.
«¿Y quién te da derecho a ponerle ese nombre?» gritó el dios Yopuka. «¡Sería un inmenso privilegio acordarte eso! Ya que estamos, ¿por qué no “Mundo de Xelor”?»
«Xelor apreciaría ese gesto, dios Yopuka, ¡te estará más agradecido que nunca!», clamó Xelor.
«Me lo volveré a pensar dentro de un millón de años, dios Xelor», masculló Yopuka.
«Saxyfosoza es un nombre que me gusta bastante», dijo Sram.
«¿Pero qué…?», se atragantó la diosa Feca.
«Son las iniciales de los diez dioses aquí reunidos», respondió con orgullo.
«Recuerdo a esta divina asamblea que ya reinamos en otros dos mundo... llamados Zaasfyxoso y Saoxosfya...», respondió Anutrof.
«Y la musicalidad de ese nombre me hace daño en los tímpanos, dios Sram...», lanzó la diosa Ocra. «¿Y por qué no “Mundo de los Diez”?»,
«…»
Al unísono, los dioses repitieron «Mundo de los Diez». Entonces el mundo nació y, a partir de ese momento, tuvo un nombre, fue poblado por seres y criaturas, y suscitaría el interés de los dioses más poderosos del universo, lo que vaticinaba un destino épico, heroico y en ningún caso banal.
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3. 2. LOS PRIMEROS AVENTUREROS
Tras esta intervención divina, la vida reaparece lentamente sobre el Mundo de los Diez. Pero él todavía era frágil y debía ser protegido. ¡No cabía duda de que algún demonio vendría queriendo poner su grano de hiel!
Desde luego, los dioses ya habían tomado la delantera: habían establecido un pacto de no-invasión que hicieron firmar a Rushu. Se había comprometido oficialmente a no salir jamás de su dimensión. Pero todo el mundo sabe que la palabra de un demonio vale lo que un pedo de jalató…
En efecto, Rushu ni siquiera consideraba la opción de quedarse deprimiéndose en la Fab’hugruta solo. Él necesitaba compañía. ¡Un ejército bajo su mando, en todo caso! Pero, ¿dónde encontrarlo? Era muy simple: ¡robando algunas de las almas que buscaban encarnarse en Incarnam! ¡Cuánto más oscuro, más vil! De lo contrario, no sería divertido. Y dado que sonaba bien -y él es un tanto pretencioso-, el demonio los llamó: ¡Los fab’huritus de Rushu!
Afortunadamente, no todas las almas terminaron en la Fab’hugruta. La mayoría continuó su camino, atravesando el plano dimensional de Incarnam hacia el Plano Material. Luego llegaron al Mundo de los Diez, y se encarnaron en los cuerpos de los primeros aventureros .

¡Una ganancia inesperada para los dioses: los recién llegados estaban dispuestos a rendirles culto! Y mejor aun: ¡Cuanto más seguidores tenían, más aumentaba su poder!
Su mundo había sido, sin lugar a dudas, bien hecho…
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*Lo dejo hasta aquí para no fatigarlos con la lectura. ¿Es interesante, verdad? ¡Por supuesto que la historia sigue! el mundo acaba de fundarse y son muchas las historias que él abarcará...
Comenten debajo qué les ha parecido esto y si quieren que continué compartiendo más textos históricos en este post. ¡Un saludo a todos!
GÚLTAR, LA GÉNESIS DE UN HÉROE
Por H. Manbillin
LA HORA DE LOS DRAGONES
Por H. Manbillin
Cuando Gúltar aún no era un bárbaro…
Perdido en medio de las landas de Sidimote, a los pies de montañas hostiles, el pueblo de Gisgul estaba protegido por una gran muralla de troncos puntiagudos…
Esta muralla, de aspecto bastante bárbaro, protegía a sus habitantes de las criaturas dentudas que merodeaban en los alrededores. Aquí empieza la historia de Gúltar…
Por aquel entonces, no era más que un simple yopuka algo turbulento, que se pasaba el día desobedeciendo a su madre, Cabotina. Esta vez se había aventurado fuera del espacio amurallado del pueblo, acompañado por algunos de sus amigos. Habían empezado a jugar a "la guerra de los jalatines", un juego muy sutil pero de reglas sencillas: «lanzar bolas de barro al rival y, al final, contar las manchas visibles. ¡Gana el que tenga más manchas!»
En el equipo de Gúltar estaban Pluzo y Macid, dos niños de su misma edad. Pero cuando estaban preparando su arsenal de bolas de barro, bruscamente surgió el terrorífico Lagoon, monstruo de colosal fuerza y pútrido aliento. Gúltar ni parpadeó: si Lagoon quería jugar, ¡que se hiciera su arsenal de bolas de barro, como los demás! Del combate que tuvo lugar, poco se sabe hoy. Pero ese fue el día en que Gúltar descubrió que, cuando era necesario, podía ser tan fuerte como diez bworks.
Gúltar no necesitó mucho tiempo para acabar con el gigantesco Lagoon. Los habitantes del pueblo ni se lo creían. «¡Desgracia!» gritaban, «¡Esta victoria no presagia nada bueno!». En efecto, una terrible amenaza pesaba sobre el pueblo de Gisgul.
Hay que saber que Lagoon era el hijo del temible Kritur (que era igualito que su hijo, pero más gordo, más grande y más fuerte). Kritur no tardaría mucho en ir ¡para vengar a su progenie! Para los habitantes de Gisgul, no había lugar a dudas, Gúltar acababa de condenar a todo el pueblo.
Así pues, se tomó una dura decisión: entregar a Gúltar y su madre al temible Kritur. En el pueblo, algunos pensaban que era un castigo cruel e injusto, mientras que otros pensaban que era lo mejor para todos…
Gúltar los puso a todos de acuerdo cuando ¡consiguió vencer a este segundo enemigo! Ya nadie lo dudaba, el poder que tenía Gúltar era mucho, muchísimo mayor que el de los más fuertes de este mundo. Pero una duda recorría todas las mentes sin que nadie osara pronunciarla: ¿de dónde podría provenir tal fuerza, digna de un dios? ¡Era un misterio!
Cuanto más pasaba el tiempo, más fuerte se volvía Gúltar. Los niños del pueblo de Gisgul lo consideraban entonces como su protector…
LA HORA DE LOS DRAGONES
Por Acidrik Rasgapanza
Los tres dragones de Osamodas insuflaron la magia en el mundo. El dragón negro inspiró la magia oscura y el dragón blanco la luminosa. Tres dragones negros y tres dragones blancos fueron engendrados y se encarnaron en el mundo, formando así la raíz de todos los dragones de Amakna.
En cuanto al dragón multicolor, llenó el aire, la tierra, el agua y el fuego de poderes mágicos. Cuatro dragones elementales fueron creados.
El Mundo de los Diez… Este mundo necesitaba una magia digna de tal nombre, una magia dracónica. Uronigrido, el Negro, y Helioboros, el Blanco, hincharon sus pulmones y su canto ronco empezó a resonar al instante. La música, impregnada del fuego negro y del fuego blanco, giraba alrededor del mundo como un trueno.
El aliento de las grandes y viejas almas, las de los tres dragones negros y los tres dragones blancos, que se abatieron sobre el mundo como seis hilos de luz y brillo bailando en corro para disgregarse acto seguido. Cuando llegaron a las cimas de las montañas más altas del mundo, cada alma se fue en una dirección y sus estridentes estelas formaron una estrella de seis puntas.
Una de las almas se sumergió en los rayos de la primera luz del alba, la más pura del día naciente. Se volvió opalescente y tembló: el alma del dragón ya había abandonado su apariencia celeste al bajar a este mundo material; ahora abandonaba su segunda piel tejida con luz de estrellas. Se sacudió para deshacerse de los últimos restos de éter que quedaban sobre ella. Finalmente aparecieron carne y músculo. Por novena vez en su existencia celeste, Dardondakal, al que más tarde llamarían el Sabio, ¡se había encarnado!
Complaciendo a Helioboros, el señor de su raza, las otras dos almas blancas también mudaron de piel. Pasaron rozando la tierra, engullendo bocanadas de aire; sobrevolaron el mar, la espuma chorreaba por su piel pronto cubierta de escamas. Estos dragones se harían famosos y se llamarían Crulakraloss y Gresgaulian. El Mundo de los Diez contó entonces con tres dragones blancos.
«La noche para mí. La profundidad subterránea para ti. Queda el abismo marino para ti…». El coloso de la sombra gruñó: una negrura espesa rezumaba de su boca apenas formada. Su carne se densificaba lentamente y movía los músculos de su espalda para desgarrar la envoltura viscosa que lo envolvía -los restos de su existencia divina- y que entorpecía sus movimientos. Las otras dos almas de dragón asintieron al reparto hecho por el que más tarde sería conocido como Grugalorasalar, el Fuliginoso.
Una de las almas gruñó y se lanzó a las profundidades de la tierra. En cuanto a la que debía adentrarse en las negras aguas, acabó desobedeciendo. Ávida, planeó sobre la tierra y el agua,... en busca de lo único que le llamaba la atención aquí abajo. Ya que esta alma de dragón, más que nada, tenía hambre; soñaba con devorar el espíritu vivo de uno de los seres de aquí abajo.
Los dragones negros y los blancos se habían encarnado. Durante el tiempo que Uronigrido y Helioboros estuvieron cantando, Spiritia se había unido a ellos y, dirigiendo su boca hacia el mundo, lo colmó de color.
Su garganta empezó a palpitar, y el agua, el fuego, la tierra y el aire dejaron de estar en blanco y negro. Cada uno tomó un color: el agua se volvió azul, del mismo azul que Aguabrial, su guardián; el fuego enrojeció a imagen de Ignemikhal, el dragón escarlata; la tierra se cubrió de verde, porque así son las escamas esmeralda de Terrakurial; y el aire se volvió transparente, como el cuerpo cristalino de Aerafal.
Estos cuatro dragones, jóvenes y aun así poderosos, serían a partir de entonces los guardianes de los cuatro elementos.
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*Hasta aquí nuevamente... ¿que opiniones les generan estos nuevos sucesos? Haganmelo saber para seguir desarrollando la historia del Mundo de los Doce.
Fuente: https://www.wakfu.com/es/foro/8-charlas-generales/126159-lore-historia-krosmoz-mundo-doce
https://www.wattpad.com/368435549-krosmoz-recopilacion-el-origen
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