El segundo hijo de Evangelyne y Tristepin ya había, lo llamaron Guildark
y poco más tarde también nació la primera hija de los reyes, Lobo y Amalia, la
llamaron Nature. Los dos iban al mismo curso, y aunque a veces se chinchaban el
uno al otro eran buenos amigos, siempre se ayudaban el uno al otro.
Un buen día decidieron las dos familias hacer un picnic a la orilla del
mar, cada familia llevó una cesta con sándwich de sobra.
Primero llegó la familia de Evangelyne y Tristepin, Gildark fue
corriendo a jugar con el agua del mar, Nowa fue corriendo detrás de él.
Evangelyne y Tristepin colocaban la manta del picnic. Los dos niños se
acercaron a ellos.
-¿Podemos comer ya?- Preguntó Gildark.
- No, tenemos que esperar a que llegue Nature.- Le respondió Evangelyne
con una sonrisa.
- Jo, es que me muero de hambre.- Respondió Guildark.
- Hey, Guildark, hagamos mientras un castillo de arena.- Le dijo Nowa,
así para que la espera no fuera tan aburrida.
- Vale.- Afirmó Guildark.
Los dos estaban ocupados construyendo un castillo de arena. De lejos se
podía ver venir corriendo a una joven sadida, iba corriendo hacia Nowa y
Guildark para jugar con ellos, mientras Amalia y Lobo iban más tranquilos hacia
Evangelyne y Tristepin.
-Buenos días, sentimos la tardanza.- Dijo Amalia.
- No, tranquila, acabamos de llegar nosotros también.- Le respondió
Evangelyne con una sonrisa.
Lobo y Amalia prepararon su picnic y se sentaron junto con Evangelyne y
Tristepin.
-¿Nos metemos en el agua a nadar un poco?-. Propuso Nature.
-¡Vale!-Respondieron los dos hermanos a la vez.
Los tres niños se metieron corriendo al agua y empezaron a jugar a
saltar las olas. De repente vino una ola más grande que las demás y los
zambulló a todos, los arrastró hasta la orilla. Los tres se pusieron a reír.
Los adultos hablaban de sus cosas, hablaban de cómo les iban las cosas y
tal.
Los niños notaron que el agua se estaba volviendo un poco carmesí, eso
les extrañó bastante, así que se pusieron a ver por debajo del agua que podría
causar ese leve enrojecimiento en las cristalinas aguas, y probándolo no servía
de mucho, ya que sabía a sal. Lejos vieron dos bultos sobresalir del agua, no
fueron a ver que era porque estaba bastante profundo, así que salieron a avisar
a sus padres.
-¡El agua se está volviendo roja y hay dos bultos flotando en el mar!-
Dijeron los tres a la vez.
-Quedaos aquí.- Dijo Lobo. –Voy a ver que es.- Se metió en el mar y se
acercó hacia los bultos. -¡Que alguien venga a ayudarme!- Grito a los de fuera.
-No hace falta que se meta nadie, lo voy a sacar yo.- Dijo Amalia. Con
sus poderes hizo con unas ramas como una plataforma, donde Lobo colocó los dos
misteriosos bultos y luego subió él. Amalia los llevó a la orilla.
Cuando llegaron todos se acercaron a desvelar aquel misterio, eran dos
sirenas, y estaban malheridas, ¿qué les habría pasado para acabar así?
Corriendo llevaron a las dos sirenas a un lago que había en el interior
del Reino Sadida, los niños se habían quedado en la orilla, para que allí se
encargaran de ellas.
El curandero sadida llegó donde estaban las sirenas con un maletín lleno
de sus brebajes y empezó a curarlas. Todos estaban preocupados por lo que les
hubiera podido pasar. Ya les preguntarían cuando despertaran.
Pocas horas más tardes una de las dos sirenas comenzó a despertarse,
todavía se encontraba algo aturdida, miraba a su alrededor, no sabía dónde se
encontraba.
-Ugh… ¿donde… estoy? Me duele la cabeza.
Evangelyne, Tristepin, Lobo y Amalia se acercaron a verla.
-Hola.- La saludaron todos.
-Estas en el Reino Sadida.- Le dijo Amalia.
-Te encontramos malherida en el mar, a ti y a tu amiga, y os llevamos
aquí para que os curaran.- Le explicó Lobo.
-Por cierto, ¿cómo te llamas?-Le preguntó Tristepin. –Nosotros somos
Evangelyne, Lobo, Amalia y yo me llamo Tristepin.- Cada nombre que nombraba
señalaba a la persona a la que se refería.
-Yo me llamo Perséfone.- Dijo débilmente la sirena. –Y mi amiga se llama
Cirene.
– ¿Puedes recordar algo de lo que os pasó para que acabarais así?- Le
preguntó Evangelyne.
–Ahora no recuerdo nada…- Dijo Perséfone algo triste.
–Bueno, no pasa nada, ya…–
– ¡Ah, ya me acuerdo! –Dijo Perséfone dejando a Lobo a medias.
– ¡Cuéntanos!- Dijeron todos a la vez.
–Hay un monstruo que se está acercando hacia aquí, tenéis que prepararos
para una batalla. Ese monstruo acabó con nuestro reino del mar, mató a todas
las sirenas y tritones, sólo quedamos nosotras dos que yo sepa. Esto es
imposible…- Se puso a llorar.
Entre los cuatro la intentaron calmar.
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Los niños seguían haciendo su castillo de arena, ya medía más de un
metro de altura y tenía unos detalles muy bien hechos. Vieron salir del mar a
un joven, de pelo largo y de color blanco, lo que más les trajo la atención era
que de su frente sobresalía un cuerno.
-Hola.- Le dijo Nature acercándose a él.- Esto… ¿cómo es que sales del
mar?
El chico sin moverse del sitio la lanzó volando por los aires. Ella
amortiguó la caída gracias a sus poderes sadida.
Los dos hermanos se quedaron viendo a ese chico con ira.
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-¿Quieres decir que vendrá un monstruo por la playa?- Le preguntó
Evangelyne alterada.
-Sí, exactamente es un demonio.- Afirmó la sirena.
-¡Los niños están en peligro!- Dijeron los cuatro a la vez. Se fueron
corriendo al mar.
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-Decidme, niñatos, ¿dónde está el Reino Sadida?- Les preguntó el joven
una y otra vez. Ellos se negaban a responderle. Entonces, cansado de
aguantarlos más, hizo que un fuerte vendaval los lanzara por los aires. Por
suerte sus padres ya llegaban, Lobo cogió a Nature, Tristepin a Nowa y
Evangelyne a Guildark. Amalia se acercó hacia aquel misterioso chico.
-¿Eres el demonio que quiere acabar con nuestro reino?- Le preguntó
hecha una ira por lo que les había hecho a los niños.
-Sí, soy yo, mi nombre es Nergal, ¿y tú eres?
-La reina Amalia Sheran Sharm que va a defender este reino.
-Ah, con que la reina, ¿eh? Me alegra haberte encontrado tan fácilmente.
Venga, empecemos con la batalla.
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Antes de que esto sucediera en un castillo lejano…
-Nergal.- Le llamó una voz infantil. – ¿Me puedes hacer un favor?
-Por supuesto, mi reina.- Se acercó hacia la niña y se arrodilló ante
ella. -¿Qué quiere que haga?
-Me gustaría que fueras a ver de que son capaces esos del Reino Sadida,
me parecen… interesantes. Y es que últimamente me aburro mucho, me gustaría ver
algo de acción.
-Tus deseos son órdenes para mí, mi reina.- Nergal salió de inmediato
del castillo para dirigirse al Reino Sadida. Como encontraba sus músculos algo
entumecidos decidió destruir algún reinado más débil, así que se sumergió en el
mar para destruir el Reino Marino.
Todas las sirenas y tritones estaban haciendo lo de siempre, los niños
en la escuela y los adultos paseando o trabajando.
Perséfone vio a Nergal acercarse hacia el reino, estaba paseando junto
con su amiga. –Mira allí Cirene.- Le señaló donde debía mirar.
Cirene dirigió su mirada hacia donde señalaba. -¿Quién es ese?
-No lo sé.- Dijo Perséfone.
Nergal de sus manos disparó hacia el reino una bola enorme de fuego
negro, todos los habitantes se alborotaron. Esas misteriosas llamas consumían rápidamente
los edificios del reino y a sus habitantes que las tocaban.
Perséfone y Cirene huyeron de allí evitando las llamas, pero no pudieron
evitar las piedras desprendidas por los edificios que se iban cayendo, pero al
fin llegaron a la superficie, aunque quedaron inconscientes por su gran
esfuerzo.
Los demás se agruparon con Amalia para luchar junto a ella.
-Venga.- Dijo Nergal con una sonrisa. –Empecemos.
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