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Capítulo 3: La hija de los Centinelas.

La niña nació y tenía los ojos ambarinos. Era un bebé hermoso y saludable, y todos felicitaron a Tristepin y Evangelyne por ello. Pero solo ellos apreciaron en la criatura pequeños detalles que resultaban inquietantes, como el extraño brillo de sus ojos bajo la luz del atardecer, o el hecho de que su cabello castaño no creciera lacio como el de los otros Ocras, sino rebelde y desordenado, como si estuviera siempre despeinado.
Pasó la primera luna llena, sin novedad; y, pese a que el Curandero les había advertido de que probablemente la licantropía no se manifestaría hasta la adolescencia, los padres respiraron aliviados.

Solo entonces le pusieron nombre, la llamaron Nowa.
Como hija de Centinelas que era su hogar estaba en el bosque, lejos del palacio. Pero pronto quedó claro que Nowa era mucho más salvaje y solitaria que cualquier otro Centinela. Los primeros años las pasó deambulando sola por el bosque. A sus padres no les importaba, pensaban que así tendría menos problemas para cuando llegase su vida adulta.

Sus habilidades de desplazarse mejor por el bosque que nadie llamaron la atención del Capitán, y les preguntó a sus padres si quisieran ingresarla en la escuela de Centinelas, ya que tenía la edad suficiente, 6 años.

-Con todos mis respetos, mi Capitán...-titubeó Tristepin.- No estamos seguros de que Nowa desee ser Centinela.

-Tonterías. Es tradición que los hijos sigan los pasos de sus padres. Mi Miranda es la mejor de su clase.- Dijo el Capitán sin disimular su orgullo.-Por otro lado, tu hija se mueve por el bosque con una soltura envidiable y un sigilo que da escalofríos.

Tristepin le dijo a Evangelyne lo que le dijo el Capitán, Evangelyne no lo consideró una buena idea. Estaba educando a su hija para que se mantuviese alejada de los demás Ocras, y no estaba segura de que si Nowa supiera comportarse en un acto social de aquel calibre.

En la ceremonia de la bienvenida a nuevos Centinelas, Nowa no se sentía bien con su nuevo traje y su peinado bien pentinado, le daban ganas de sacudir la cabeza y desacérselo. Miraba con desconfianza a todo aquel que se le acercaba y de vez en cuando miraba al bosque, le apetecía ir a esconderse entre los árboles. Con todo se portó bastante bien, y a partir de ese día Nowa quiso ser una Centinela, como sus padres, pero no por la ceremonia, sino por una cosa que ocurrió después.

Cuando salieron de la ceremonia vio un carro, dentro de él había una Aniripsa, parecía ser muy delicada y frágil, tenía su misma edad, se asomó por la ventana y le mostró una amable sonrisa, desde ahí quiso ser su amiga, sabía que ser Centinela era proteger a gente así, y por eso se unió a la escuela de Centinelas. Se quedó mirando como se hiba el carruaje y corrió un rato tras él, hasta que chocó con el Curandero que se le puso por delante, cayó al suelo por el golpe.

-De modo que tú eres la joven hija de Evangelyne y Tristepin.-Comentó el Curandero.

Nowa no respondió, pero lo miró desafiante. La carrera había alborotado de nuevo su cabello y la caída le había desbaratado el elegante traje.

-Acércate.- Dijo el Curandero.

Nowa no le hacía caso. El Curandero dio media vuelta para alejarse un poco de los guardias, y la niña optó finalmente por seguirle.

-No volverás a verla en mucho tiempo.- Dijo el Curandero en voz baja.

-¿Por qué? ¿Adónde va?

-Se llama Afrodita, y es la heredera de la Casa Ducal del Paso del Sur. Se va porque aquí está en peligro, hay muchos nobles que si la eliminaran serían los próximos reyes.

-Entonces... ¿no volverá?-Preguntó Nowa, quería ser su amiga y protegerla de peligros como Centinela que es.

-Sí volverá.-Dijo el Curandero.-Algún día... Pero ten una cosa segura lobezna, la gente de alta cuna no se hacen amigos de Ocras salvajes como tú.

El Curandero vio que sus padres la esperaban.

-Tus padres te esperan, ve con ellos, lobezna.

Nowa dio unos pasos y luego se detuvo para mirar al Curandero.

-¿Por qué me llamas así?

-Lo comprenderás dentro de un par de años, pequeña.- Respondió el Curandero misteriosamente.-Y cuando lo hagas... ven a verme.

Nowa lo miró con curiosidad, se encogió de hombros y se despidió de él con un gesto y regresó con sus padres.
Afrodita regresaría algún día. Con esta idea en la mente, Nowa empezó a asisitir regularmente a la Escuela de Centinelas. O, al menos, eso creía ella. Se dejaba caer de vez en cuando por las clases y cuando le explicaron que debía estar allí todos los días, mañana y tarde, quedó tan horrorizada que no apareció en la escuela en tres semanas. Después, volvió a presentarse, aparentemente dispuesta a seguir las normas, e intentó acudir diariamente.
La cosa se quedó en el intento. Nowa seguía faltando mucho porque no podía evitarlo, pero poco a poco iba aprendiendo nuevas cosas: a manejar el arco, a utilizar el lenguaje secreto de señas de los Centinelas, a seguir rastros, a enfrentarse cuerpo a cuerpo, con puñal o sin él... Pero también aprendía historia, geográfica, botánica, zoología, gramática...
Por faltar tanto a las clases era la niña que iba más retrasada en las asignaturas, podrían expulsarla por eso, pero el Capitán de los Centinelas tenía cierto aprecio por ella, por su habilidad especial en el bosque. Todos los niños la despreciaban por eso, y más la hija del Capitán, Miranda, una joven Yopuka.

Una noche de luna llena ,volviendo Nowa a su casa, la siguieron Miranda y dos amigos suyos. Eran un grupo de Yopukas.

-Hola Nowa.- Dijo Miranda, sonriendo de manera siniestra.

-¿Qué queréis?-preguntó ella con cautela. Brillaba sobre ellos una fantástica luna llena, fascinado por ella, la muchacha se había dejado sorprender tontamente. En otras circunstancias, los habría visto antes que ellos a ella.

-Sólo sentía curiosidad.-Dijo Miranda.-Cómo eres tan buena en todo, me preguntaba qué serías capaz de hacer si te atacaran tres Yopukas a la vez.

Entre todos la rodearon. Nowa no supo muy bien cómo reaccionar.

-¿Haces esto porque esta mañana te vencí en la lucha cuerpo a cuerpo?-Preguntó Nowa.

El rostro de Miranda se ensombreció. Ella era más grande y fuerte, pero Nowa, más ágil y rápida.

-A por ella, chicos.-dijo.- Le enseñaremos a no darse tantos aires.

Nowa retrocedió y se volvió hacia todos lados.

-¿Asustada?- Se burló Miranda.

Nowa vio un hueco, corrió hacia allí.

-¡Eh, que se escapa!

Nowa empujó uno con las manos al primero, al segundo con una patada. Huyó a toda velocidad hacia su casa, mientras Miranda y los suyos lo perseguían. Los pies de Nowa se enredaron con una raíz traicionera que la hizo caer al suelo.

-¡Ya es nuestra!-oyó la voz de Miranda tras ella.

Nowa intentó levantarse, pero no pudo. Le dolía el tobillo derecho. Se apoyó en en el tronco de un árbol para incorporarse y volverse hacia sus perseguidores, que ya la habían alcanzado.

-¿Ya no corres, pequeña?-Se burló la Yopuka.

Nowa, sabiéndose acorralada, gruñó amenazadoramente. Los Yopukas se rieron.

-¿No os lo decía yo?-Sonrió Miranda con desprecio.- No es más que un pequeño animal salvaje.

Lanzó el puño hacia el rostro de Nowa; esta intentó zafarse, y el golpe le acertó dolorosamente en el hombro.

-Es escurridiza.- Comentó Miranda.-Sujetadla.

Los dos Yopukas obedecieron y, esta vez, Miranda no falló el golpe. Golpeó a Nowa en la cara y la niña gimió de dolor, trató de escapar otra vez y casi lo consiguió.

-¿Qué pasa? No me digáis que no podéis con un chiquillo que aún no ha cumplido los 7 años.

-Es que... ¡ayyy! ¡Me ha mordido! ¡Que bestia! Si me ha hecho sangre y todo...-Dijo el Yopuka.

Miranda la miró irritada. El sabor de la sangre había producido un cambio sutil en el rostro de Nowa, ahora contraído en un amenazador gesto de rabia. La niña los miraba con un extraño y sobrenatural brillo amarillento en los ojos, mientras gruñía por lo bajo como un animal.

-¿Pero qué...?-empezó el Yopuka.

No terminó la frase. Con un aullido de rabia Nowa se lanzó sobre él y le hizo caer al suelo. Ambos rodaron sobre la hierba. Las uñas de Nowa se clavaron en el brazo de su contrario, mientras su boca buscaba su garganta.

-¡Sacádmela de encima, sacádmela de encima!-gritaba el muchacho, aterrado.

Miranda reaccionó. Se abalanzó sobre Nowa y tiró de ella hacia atrás, pero la niña se revolvió y la arañó en la cara. Miranda retrocedió con un grito y la miró. La luna llena iluminó los rasgos de Nowa, y la hija del Capitán se quedó sin respiración.
Su rostro parecía más bestial que de Ocra, y sus ojos...
Miranda reculó todavía más, llevándose una mano a su mejilla sangrante. Sus compañeros retrocedieron también, sin dejar de vigilar a Nowa, que los miraba alerta y con los músculos en tensión, como si fuera a saltar sobre ellos en cualquier momento.

-Vámonos.- Murmuró Miranda, aterrada.

Los tres se dieron media vuelta y hecharon a correr.
Nowa los persiguió durante un buen rato. El tobillo ya no le dolía y la marca del puño de Miranda en su rostro apenas se notaba. Finalmente, cansada del juego, los dejó marchar; trepó a una enorme roca y los vio huir de ella. Se sintió fuerte, poderosa y libre. Oyó entonces a los lobos auyando en la lejanía. Sus padres le habían dicho que los lobos eran los seres más temidos y odiados que existían, pero en aquel momento su remota llamada le pareció el sonido más hermoso que jamás había escuchado, y quiso responderles.
 Echó la cabeza atrás y aulló. Fue un aullido lleno de sentimientos de triunfo y salvaje alegría. Y los lobos respondieron.
Nowa bajó de la roca para reunirse con los lobos.
Pero una figura la esperaba al pie de la roca, y Nowa se quedó paralizada al reconocerla.
Se trataba de Evangelyne, su madre.
Súbitamente, Nowa volvió a la realidad. El momento había pasado, y de pronto la muchacha ya no era una bestia salvaje, sino una jovencísima y muy desconcertada Ocra que tenía muchos problemas para recordar lo que acababa de suceder.
Sí recordaba haber aullado, y se sintió tremendamente ridícula por ello. Se acercó a su madre con una sonrisa de disculpa, incómoda e inquieta por la extraña expresión del rostro de ella. Quiso pedir perdón por su absurdo comportamiento pero, antes de que pudiera decir nada ella lo abofeteó.

-No vuelvas a hacer eso nunca más.-Dijo Eva muy pálida.

Nowa no dijo nada. Evangelyne se la llevó a rastras de vuelta a casa y la encerró en su habitación.

Nowa pasó allí toda la noche, llorando y maldiciendo a los hechos ocurridos, pensando en lo injusta que fue su madre con ella. Podría haber escuchado a sus padres discutir a la otra parte de la pared, pero estaba ocupada con otras cosas. Al final quedó agotada y el sueño la venció. Desde ahí se prometió que ya no volvería a llorar nunca más.

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