Lobo dejó a Evangelyne y Pin Pan pensar en
alguna solución, él debería olvidarse mientras del problema, ya que deben de
tomar la decisión ellos dos.
Lobo se paseaba por el parque, ya que no tenía
trabajo, y se sentó a tomar el aire, se sentó en un banco de blanca y fina
piedra, el parque estaba lleno de árboles, arbustos y flores.
Mientras tanto, Amalia estaba en su castillo,
estaba acabando con todo su trabajo de reina, tenía que ver que tal iban las
cosechas, si habían sufrido alguna baja, si la vegetación disminuye
notablemente para plantar más, si llovía normal o llovía más o menos y si podía
ser perjudicial para el reino.
Cuando terminó con todo eso se encontraba algo
tensa y sus piernas estaban dormidas de estar toda la mañana sentada en una
silla. Para despejarse de aquel cansancio decidió dar un paseo por el parque.
Se despidió de todos lo que estaban en el castillo y fue en dirección al parque.
Al llegar se sentó en un banco, no se había dado
cuenta de que Lobo se encontraba allí, ni Lobo tampoco. Amalia mirando hacia
los lados al final vio a Lobo, y quiso sorprenderle. Se levantó de su banco y
se acercó a él, por detrás, le tapó los ojos y le dijo.
-A que no adivinas quien soy.-
Lobo estuvo unos segundos en silencio, al final
respondió.-Amalia.- Dijo riendo.
-Sí.- Ríe y se sienta a su lado.
-Amalia, ¿quieres que demos un paseo?-
-Vale, Lobo, pero con una condición.- Amalia
mantuvo silencio durante pocos segundos.-Que vayamos los dos solos.-
-Claro, yo ya lo tengo todo planeado.-
-¿Ah sí?, pues vayamos.- Dijo Amalia sonriendo
ampliamente.
-Ven, sígueme.- Dijo Lobo sonriendo.
Los dos se levantaron de aquel banco y salieron
del parque, llegaron hasta el bosque, Lobo sabía donde ir, Amalia no, por eso
iba detrás.
Llegaron a un rincón donde entre árbol y árbol
se formaba un túnel, pasaron por ahí dentro y llegaron a un prado, un gran
prado lleno de flores de distintos colores, en el centro había un lago, y una
pequeña barca.
Lobo y Amalia se sentaron a hablar, se sentaron
a la sombra de un árbol hasta que se hizo el atardecer, que es lo que estaba
esperando Lobo.
-Amalia, subamos a la barca, tengo una sorpresa
guardada para ti.- Lobo se levantó y preparó la barca para subir.
Amalia subió a la barca, y después Lobo. Y
empezaron a navegar hasta el centro del lago.
Ya en el centro Lobo sacó una cajita de su
bolsillo, se arrodilló ante Amalia y abrió la caja, dentro de ella había un
bonito anillo con un reluciente diamante.
-Amalia… querrías…-
Amalia antes de que Lobo acabara la frase se
lanzó sobre él y lo abrazó con fuerza.
-Sí Lobo, me encantaría.-
A los dos les salieron unas lágrimas de
felicidad, se pasaron el resto del día acurrucados en la barca.
Cuando se hizo tarde volvieron hasta la plaza
del reino.
-Bueno, princesa, nos vemos mañana.- Lobo empezó
a caminar hacia su casa.
Amalia, sonrojada, lo detuvo cogiéndolo de la
mano. Lobo la miró sonrojado.
-Lobo, quiero que… duermas conmigo.- Tartamudeó Amalia por si le
decía que no.
-Vale, Amalia.-
-Bien.- Sonríe Amalia.-Venga vayamos.-
Los dos se dirigieron al castillo, fueron hasta
la habitación de Amalia. Amalia se tumbó en su cama y se arropó, luego Lobo se
tumbó a su lado y también se arropó. Después de una hora de
pasión se fueron a
dormir.
-Buenas noches, Lobo.- Amalia le dio un beso en
la mejilla a Lobo.
-Buenas noches, Amalia.- Lobo le dio un pico a
Amalia.
Poco después se quedaron dormidos.
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