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Capítulo 19: Séptimo combate

Una sombra oscura que volaba por el cielo se dirigió rápidamente donde estaban los sadida combatiendo para proteger al pueblo, aterrizó, haciendo un gran agujero en el suelo, en frente de Yugo. De un salto salió de aquel cráter, mostrando una muy amplia sonrisa de dientes puntiagudos y unos ojos de loco, color negro y pupilas blancas.

— Hola Yugo, estaba impaciente de verte.

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Todos los habitantes del Reino empezaron a perder la calma poco a poco ante la presencia del sujeto que acababa de aparecer delante de ellos, y cada vez quedaban menos en el campo de batalla.

Los insectos que antes estaban atacando a los ciudadanos se habían retirado en dirección hasta el castillo y los que se dirigían al Reino dieron media vuelta.

Los curanderos empezaron a tratar a los heridos, primero los heridos de gravedad y luego el resto. Los Sadida que fallecieron en combate fueron entregados sus cuerpos a los familiares.

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Con todo aquel alboroto de fondo, Yugo dialogaba con el demonio que había aparecido.

— ¿Quién eres? Yo a ti no te conozco.

Le preguntó Yugo frunciendo el ceño y apretando los puños.

— Alguien que ha esperado por mucho tiempo para pelear ¡contigo!

Con la última palabra se balanceó sobre Yugo. 

Éste notó que tenía bastante energía, y que podrían salir heridos más Sadidas de lo que hay ahora, por lo que creó un portal delante del demonio y la salida la tiró bastante lejos. No sabía cuanto tiempo tardaría en volver, por eso tomó la decisión de alejarse del Reino todo lo que pudiese, ya que el demonio iba a por él y no a por los habitantes.

Echó un último vistazo antes de irse a todos los del Reino, prometiéndoles que los pondría a salvo, yéndose a continuación en una dirección aleatoria, pero lejos de aquí, y no pararía de caminar hasta que el enemigo le alcanzara nuevamente.

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Mientras tanto, en el castillo, Nowa seguía por su pasillo, durante toda la caminata había estado escuchando el jaleo de los combates, pero ahora lo único que escuchaba eran sus pasos.

El pasillo por el que caminaba cada vez se hacía más oscuro, había pasado ya un par de minutos desde que se había detenido la serie de luces en las paredes. Cada vez veía menos, colocó la mano sobre una pared y lo que hizo fue seguirla, de esta forma si apareciese un giro no chocaría contra esta.

Un rato después parece ser que encontró la salida. Entró a una sala que parecía más grande. Seguía la pared como había hecho con el pasillo, ya que seguía completamente oscura. La sala parecía ser circular, y únicamente había una salida más, pero estaba cerrada. No encontró ninguna otra salida, por lo que intentó forzar la puerta.

Segundos después escuchó unos pasos en aquella sala, pero no sabía quién podría ser. Se apartó de la puerta pensando que aquella persona quería salirse por ahí. Intentó averiguar por donde venían los pasos, pero el eco de la sala impedía que pudiera averiguarlo.

— ¿No sientes que estás en desventaja si eres incapaz de verme o averiguar donde estoy?

Le preguntó una voz. El tono era de una niña pequeña, y parecía bastante tranquila, algo que le incomodó bastante, sobre todo porque sabía que estaba ahí cuando ella no podía ver nada ni distinguir la dirección de donde viene el sonido.

— ¿Cómo sabes que estoy aquí? ¿No estás asustada?— Le preguntó Nowa a la niña, tal vez se habría descuidado un poco e hizo un pequeño sonido.

— Te estoy viendo, por eso se que estás aquí, y tampoco es que hayan sitios donde esconderse. — Respondió la niña. — No, no estoy asustada, me gusta este sitio, es tranquilo, ¿a caso a ti te asusta?

— Un poco... — Respondió Nowa mientras se sentaba apoyando sus hombros sobre sus rodillas y pasando los brazos por delante.— Pero no por el simple hecho de ser oscuridad, si no por lo que en puedo llegar a convertirme.

— Ya veo. Así que te puedes convertir en un monstruo. — Dijo la niña.— Seguro que los del Reino te tienen miedo. Dime. ¿A cuántos has herido ya? — Le preguntó la niña con un tono divertido.

Nowa se puso más nerviosa, hasta ahora había mantenido la calma, pero las palabras de aquella voz le hicieron recordar, recordó aquella noche, la primera vez que perdió el control, hirió a tres “compañeros”, y aún peor, le dio un gran disgusto a su familia. Pero por otro lado el sentimiento de libertad que sintió por poco tiempo aquella noche fue una gran sensación. Pero recordó también que había otra cosa, otro pensamiento que no es ella, y no le gustaba nada.

Se cubrió los oídos para no escuchar más palabras de la niña. — Por favor. Vete. Déjame aquí.

La niña soltó una suave risilla. — No me puedo ir. ¿Sabes? Todos tus amigos han llegado al final de su camino, ellos tenían otra sala parecida a esta, pero a cada uno les ha estado esperando un enemigo distinto. Y yo soy tu rival.

— Y seguro que han vencido, han conseguido abrir la puerta esta y ahora están todos reunidos.— Dijo Nowa con una sonrisa un tanto forzada.

— La verdad es que... fueron todos derrotados. — Comentó la niña con un tono burlón.

Al escuchar esas palabras a Nowa se le borró inmediatamente la sonrisa. Se puso bastante nerviosa y empezó a temblar. No podía creer que sus amigos hubiesen sido derrotados por los enemigos. Si ellos no pudieron vencer... ¿qué podría hacer ella por ayudarlos?

— ¿Eres incapaz de creerlo? — En la sala se escuchó un chasquido, y a continuación se escucharon las voces de todos a los que había acompañado en sus combates.

— Para, ¡detente!— Gritaba Nowa mientras cubría nuevamente sus oídos, esta vez con más fuerza.

Remilia se acercó a Nowa, sin que esta hubiera podido notarlo.

— Mentalmente estás inestable. Y con este último detalle cederás por completo el control a la bestia. — La niña sacó un cristal, que emitió una pequeña cantidad de luz, por lo que atrajo la atención de Nowa, se hirió a sí misma y dejó caer un par de gotas sobre la lengua de Nowa. A continuación hizo desaparecer el cristal, la única fuente de luz en la sala, y volvió a desaparecer en ésta.

Nowa escupió varias veces para quitarse el sabor de la sangre, pero era imposible, ya se le había esparcido el sabor sobre todas sus papilas, lo podía sentir entre sus dientes, en la saliva, sobre toda la lengua, y lo peor, lo había sentido la bestia.

Estaba pasando como aquella noche, la primera noche que se descontroló, sentía como cedía el poder al otro ser que habitaba en su cabeza, intentaba luchar por mantener el control, a causa de esto realizaba movimientos nerviosos y bruscos.

Las uñas le empezaron a crecer rápidamente, las facciones de su rostro empezaron a cambiar pareciéndose rápidamente cada vez más a las de un lobo, empezó a crecer pelo por todo el cuerpo, hasta que dejó de pelear. Al abrir los ojos se pudo notar el brillo rojizo de éstos. La bestia había logrado controlar su cuerpo.

Con estos ojos era capaz de ver en la oscuridad, por lo que esa cosa sí podía ver a la niña.

Empezó a lanzar rápidos ataques con sus garras y colmillos. Remilia podía esquivarlos todos sin problema.

— Vaya, se nota que eres aún un cachorro. No sabes aún ni cazar bien a tus presas. — Dijo Remilia con una amplia sonrisa, al parecer esto le divertía.

El combate siguió así por un par de horas más. La bestia consumió el poder de Nowa y por esto volvió a la normalidad, quedando inconsciente.

Remilia se quedó mirándola con un rostro más serio, le recordaba un poco a su hermana.

— Hasta que no consigas controlar tu otra parte no vas a tener enemigos peores que tú misma. — Y a continuación se marchó, por la puerta que antes estaba cerrada, dejando a Nowa en aquella sala.

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El demonio que Yugo había despedido bastante lejos consiguió dar nuevamente con la presencia de él y se teletransportó cerca de su ubicación.

Yugo lo miró con una sonrisa. — ¿Quieres pelear? Aquí podré luchar con todo mi potencial.

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